lunes, 13 de julio de 2020

No se aguanta el olor a muerto


Estamos en Verano y una turista inglesa baila flamenco, sobre un cartón de huevos, en una calle cualquiera de la costa española. Hace mucho sol y hace mucho calor. Todo huele a muerto y a orines y a basura. El olor a muerto se mezcla con el olor de las cremas de protección y de los bronceadores y los perfumes baratos y el humo de las cocinas de los chiringuitos y el sexo y el tabaco y el alcohol, y los desodorantes no consiguen tapar  del todo el hedor. 

No se aguanta el olor a muerto.

Los reyes huelen a muerto.
Hace siglos que huelen a muerto.
Lo políticos huelen a muerto.
Cada vez más.
Los bancos huelen a muerto.
Porque los bancos provocan muertos.
La televisión huele a muerto.
A la televisión le gusta la muerte, vive de ello.
Las tiendas de ropa y los centros comerciales huelen a muerto.
Intentan disimular la situación.
Los parques huelen a muerto.
Son la tumba del pasado.
Las Iglesias, los hospitales, el transporte público.
Las calles huelen a muerto.
Hay muertos recientes en todas partes.
Y la actualidad manda.
Va a haber muchos más muertos en todas partes.

Sales a la calle y la gente se quita la mascarilla para poder oler a muerto. 
Cada vez mas gente prefiere oler a muerto que sobrevivir.
Ya nadie mira los números de infectados y a nadie le importa los que están muriendo al otro lado del Océano. Porque el problema si se traslada, deja de ser un problema.
Los humanos, en seguida nos adaptamos, pero adaptarse no es lo mismo que cambiar. Adaptarse es siempre mucho más egoísta que cambiar. Y los humanos no queremos cambiar, porque somos profundamente egoístas. Solo queremos soportar el olor a podrido y seguir ignorando a los muertos.

Otro turista inglés se lanza por el balcón del hotel donde se aloja y cae sobre un compatriota que cenaba frente a su mujer y un amigo, en la terraza del bar del hotel. Ambos mueren al instante. La policía investiga si se trata de un caso de balconing, suicidio o accidente. En Mallorca están tan acostumbrados a este tipo de sucesos que no hacen mucho más que hacer un informe y seguir mirando al cielo, evitando ingleses que caen.

Recibimos demasiadas señales semejantes a la extinción y negamos la evidencia. La humanidad es soberbia por naturaleza.

Fiestas por todas partes, prostitución en los polígonos, aglomeraciones en el metro.
El calor de Madrid es tan seco, que algo debe estar haciendo contra el virus. Todos pensamos que el desastre volverá en Septiembre, cuando la mutación regrese mucho más agresiva que cuando se fue.

Que felices somos un poco antes de ingresar en la UCI.
Verano de 2020,  no se aguanta el olor a muerto, pero aun así, estamos más cerca de empezar a soportarlo que de evitar extinguirnos.
El humano, al contrario de otros animales, no considera la propia supervivencia como el bien más preciado, en favor de otros valores especulativos más cercanos a la economía, la política y la emoción.
Estamos totalmente dispuestos para la extinción.

No se aguanta el olor a muerto, pero preferimos olerlo que pasar calor.
Un día más, vivos en el estado E.S.P.A.Ñ.O.L.
Mañana será otro día.

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