domingo, 12 de abril de 2020

Lady Godiva


Febrero de 1994, Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. 
Fiesta de Carnavales. Exterior Día.

En los primeros noventa, la Fiesta de Carnaval de la Facultad de Bellas Artes en la Complutense, por entonces la única Facultad de Bellas Artes en Madrid, era la Fiesta mas importante del año.

A primera hora se montaba un escenario en los jardines con todo el equipo de sonido, y desde las 10 de la mañana empezaban los conciertos. Un grupo tras otro, hasta la madrugada, sin parar. No había problema con esto de cubrir la programación, porque, en esa época, la facultad estaba llena de grupos. 

La gente venía de todos sitios y todo el mundo se disfrazaba. Los jardines y la cafetería y los pasillos y el parking, todo se llenaba de gente dispuesta a pasar todo el día y toda la noche de fiesta. Una especie de ProtoRave con música en directo, justo antes de que la electrónica lo ocupase todo..

Y allí estaba yo, en último curso de carrera, a punto de ser padre y de hacer mi primera exposición en un sitio importante. Lleno de problemas, pero lo bastante joven como para no ser del todo consciente de lo que venía. Así que plenamente dispuesto para el día de Carnaval.

Mi primera intención en todo esto es registrar en vídeo todo lo que allí sucede porque por entonces vivo pegado a una cámara de video Hi-8 con la que hago algo que llamamos Video-Arte y que además emitimos a través de una emisora que hemos inventado este año y que luego no duró mas allá de nuestro paso por la Universidad, que se llama Televisión Complutense.

Al poco, decido dejarle la cámara a Emilio y dejarme llevar por la fiesta. Me pierdo por los pasillos, la cafetería y el jardín, sin estar nunca del todo en ningún sitio y estando en todos a la vez. Me pasan vasos de cerveza todo el tiempo y digo que NO a fumar marihuana. Pregunto a los que sé, pero parece que nadie lleva pastillas, ni otras cosas, así que sigo con la cerveza. Una y dos y tres y cuatro y ... Hasta que pierdo la cuenta.

Me emborracho mucho, empiezo a distorsionar antes del mediodía, pero por entonces no pasa nada, porque es lo normal. Todos estamos borrachos o drogados y si no lo estamos, corremos a estarlo antes de que sea demasiado tarde.

Emilio y Alicia siguen grabando. Emilio, además, es presentador del directo que se emite en toda la complutense. Normalmente somos co-presentadores, pero creo que aunque no me lo hayan dicho, todos ya sabían que yo iba a desaparecer en medio de la fiesta, y prescinden de mí. Así que voy de un sitio a otro y con unos y otros.

Veo a Jorge Isla en la barra diciéndole a una chica muy guapa lo guapa que es. No le importa que esté con su novio y no le importa cuando la chica guapa le dice que éste es su novio. Jorge, la besa igualmente. El novio se molesta y le coge de los hombros diciendo "Que coño haces" y Jorge le besa a él también. Intento salvar la situación, diciendo que no se preocupen, que me lo llevo, que está borracho, muy borracho y drogado, aunque se que no está borracho, que en realidad lo que pasa es que está loco, como siempre. Me hacen medio caso y me lo llevo. Da un poco lo mismo, porque una hora mas tarde este mismo tío le pega una paliza en el porche de la cafetería, y esa hora más tarde yo estoy tan colocado que no puedo ni parar a ver que le han roto. Lo siento por Jorge mientras paso a su lado como un muerto viviente.

En esa hora, le dejo fuera de la cafetería sin que pare de reír y diciendo cosas raras, como las que siempre dice. Y pruebo unos chupitos de nosequé en los pasillos y se me declara una chica de segundo, que me ha dejado cartas anónimas en la taquilla todo el año y le doy las gracias pero le digo que en ese momento estoy muy ocupado bebiendo y en los baños me meto algo mezclado que creo que es anfetamina, pero por la nariz y que al final no va a ser anfetamina, porque el efecto que me provoca es justo lo contrario, y  luego una cerveza y otra y así empiezo a caminar como un zombie por los pasillos buscando un sitio donde no haya nadie para  caer derrotado y terminar mi fiesta. Paso por la cafetería como un fantasma y salgo al jardín donde le pegan la paliza a Jorge y esquivo la emisión de televisión y a Emilio y a Alicia y los amigos de Alicia, y me voy a buscar en la parte trasera un poco de césped y un arbusto donde caer al suelo y descansar.

Ahí estoy, incapaz de moverme durante un buen rato. Muerto de frío, pensando en si voy a morir congelado y nadie que se de cuenta. Una muerte ridícula a medida para mi ridícula vida.

Pasa el tiempo, no se si minutos, horas. Pasan unas chicas y empiezan a hablar encima de mí. Yo no las veo, porque estoy boca abajo con la cabeza hacia un lado, y ellas a mi espalda. Me conocen, una de ellas, borracha, empieza a decir que me quiso follar y yo pasé de ella. Pienso: "Joder, no sé quien es". Y que desde entonces siempre ha tenido la fantasía de mearme encima, que es el momento, el momento de mearme. Se empieza a bajar el pantalón con la intención de mearme encima y pienso que, por favor, no lo haga, que me deje morir en paz y que no me descubran a la mañana siguiente muerto y meado. La amiga le empieza a decir: "tía, que haces, no lo hagas. No, joder, eso no". Y entonces, creo que estaba a punto de mearme pero no lo hace, no sé si porque no es capaz de mear, porque está muy borracha o porque le doy pena, el caso es que la escucho volverse a levantar y abrocharse el pantalón y al final se van.

Después de esto, pienso que tengo que levantarme y salir de allí, y creo que tardo un siglo en conseguir poner el brazo sobre la hierba y levantarme y andar dos pasos. Pero lo hago, consigo caminar y entonces, en cuanto me vuelvo a ver abrazado y siento el calor y pienso que finalmente no voy a morir, sonrío y río y empiezo a bailar y salto y toda la sangre llega al cerebro y siento una felicidad absoluta. Estoy vivo.

En ese momento, justo al atardecer, con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas, vemos a Lady Godiva, totalmente desnuda, con un cabello rubio que le cae toda la espalda, caminando sobre un caballo blanco en medio de los jardines. Todos la miramos, la música se para, pensamos si es verdad lo que está pasando, lo que estamos viendo, y sí. No sé como se llama, pero la conozco, lleva una peluca larguísima y no sabemos de donde ha sacado el caballo. Recuerdo su piel blanca y los lunares sobre su piel teñidos por el atardecer. Cabalga despacio, muy despacio y todo el mundo la observa maravillado. Es un momento especial que nunca olvidaremos. Es Lady Godiva y nos enseñó una realidad que nos hizo pensar posible casi cualquier cosa que nos pudiese pasar en adelante.

En ese momento me sentí renacido para todo lo que venía después. Eso fue justo antes de estrellarme contra un muro.

Ahora pienso en Lady Godiva y me siento reconfortado.


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