Si empieza a llover fuerte un sábado por la tarde en Madrid y estoy en casa, pues ya no salgo y me quedo mirando la lluvia desde la ventana. Mirar la lluvia desde la ventana me da mucha paz y me hace sentir tranquilo. No me entra la impaciencia. Mis niveles de ansiedad bajan y hecho la siesta y veo tele-filmes de Antena 3 mientras abro y cierro los ojos enlazando una película con otra. Siendo el final de una la respuesta del inicio de la otra. Sin saber nunca si han sido dos o tres o cuatro historias televisivas las que han formado la secuencia.
Cuando pasa esto, me siento reconfortado. Es el descanso del guerrero del sábado por la tarde, después de trabajar un día tras otro, conducir, cargar, subir y bajar escaleras, defender mi posición y pelear contra uno mismo y contra los demás, acumular estrés y solucionar problemas. La lluvia después de todo es reconfortante.
Luego me pongo a colocar cosas y mover los muebles del salón. Ordeno los libros y bajo la basura para tener más espacio en casa donde respirar. Me tomo un par de copas. Mas tarde enciendo el ordenador y me siento enfrente, sin ningún plan. Miro vídeos, guardo fotos, dibujo, leo poesía, escucho música y luego escribo chorradas. Se me hace tarde frente al monitor.
Pienso que todo está bien, que todo sigue igual y que los problemas siempre acaban. Me hago la ilusión de poder dormir del tirón por primera vez en toda la semana. Cuando me quiero dar cuenta son las dos de la mañana. Dejó de llover. Sonrío mientras apago la luz y me acuesto.
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