miércoles, 13 de marzo de 2019

La diversión de la clase obrera




"La diversión de la clase obrera opera bajo la estética de la sobredosis. Nominalmente es ocio pero suele parecerse más a una prueba de resistencia. No haces el amor, follas a muerte. No te ríes, te meas encima de risa. No escuchas música, le pegas caña al volumen hasta que te sangran los oídos. No te limitas a beber, privas hasta ponerte ciego. Si no puede matarte o dejarte mutilado de por vida, no es un deporte. Si nada estalla que dé gusto verlo, no es una película. Y no quieres ver un solo asesinato, quieres asesinatos en masa, preferiblemente aniquilación termonuclear. Exageración para explotados, drama de altura para baja capacidad de atención. La diversión de la clase obrera es una diversión desesperada, una diversión dolorosa, una diversión arriesgada, sangrante, homicida, aterradora. Puede implicar volarte accidentalmente la mitad de la cara al tratar de impresionar a tus amigos con tu último truco ingenioso con la pistola. U olvidarte del condón y pillar algo chungo. O inhalar un crank de lo peor y quedarte vegetal. Hay que destrozar ventanas, lanzar piedras, volcar los dispensadores de periódicos, acuchillar neumáticos y prender fuego a los contenedores de basura. Lo que parece autosabotaje puede que en realidad sea un alarde del instinto de supervivencia, de la mentalidad de batalla. Los traumas, los resacones y las suturas en el hospital ejercen de ecualizadores. Al acabar en la cárcel el sábado por la mañana con dolor de cabeza y un ojo a la funerala, en realidad lo que haces es prepararte para ir a trabajar el lunes. Tienes que estar como una puta cabra para acatar las órdenes de un jefe. Hacer lo que no quieres hacer te mata por dentro. Así que toda esta sangre derramada, todos esos cristales rotos, no son un despropósito tan nihilista como parece. Cuando no hay manera de salir del carrusel más te vale aprender a disfrutar del mareo. Ponerte hasta las cejas es un modo de mantenerte agitado y descentrado. Si aprendiesen a relajarse un poco, los currantes jamás volverían al trabajo y entonces se morirían de hambre. Si las aguas fuesen demasiado apacibles, verían el fondo con demasiada claridad. La autoestima les costaría sus puestos de trabajo, ¿y eso en qué lugar les dejaría? Iluminados, pero sin blanca. La autorrealización está bien, pero no paga las facturas. El entrenamiento sensitivo y las clases de yoga solo serían una tirita sobre una arteria cercenada, así que, en vez de eso, tienes que aprender a saborear tu propia sangre."
-Jim Goad, Manifiesto Redneck

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