martes, 6 de noviembre de 2018

UNA NOVELA DE METRO. 1ªPARTE. Una Semana de Marzo. Capítulo 5.Nunca bajo las persianas. En verano amanece muy pronto, en invierno muy tarde


Harto, cansado, roto. Después de dejar a LARRUBIA, recuerdo que vuelvo a casa a la hora en que tendría que estar ya en el trabajo. Recuerdo que me caigo a trozos. Muy cansado, la espalda rota, la boca pastosa y tengo sueño. Necesito dormir. Me duelen las piernas, siento la piel seca y las pelotas hinchadas. Me duelen. Me hormiguea el brazo derecho. La mitad del cuerpo medio dormido. El pelo sucio. Huelo a tabaco. Necesito un afeitado. Me hace falta una visita al dentista. Quiero cambiarme de ropa. Y tantas cosas que serían sencillas: "Me tienes harto JOTA". No puedo ocuparme de nada, no puedo hacer nada, no puedo pensar en nada... Porque últimamente he recordado que no soy bueno con las matemáticas. Y los números y los hechos empiezan a mostrar que en mis bordes han aparecido brechas.

"Fed-UP": Hastiado. Hastío de lo útil, de lo inútil, del recreo dominical y de los días laborables. Para siempre inmerso en lo arbitrario. Pezones que se abren por el descontento y almas sudadas, mudadas, transpuestas. Chocolate caliente sobre el ombligo del presidente. Franquicias del descanso moral de izquierdas. La preocupación por las masas, por el colectivo, por todo-lo-que-se-menea. La vivienda de rápida ejecución y de pago a toda una vida o dos, o tres. Las cosas que nunca se olvidan: las llaves, el móvil, veinte o cuarenta euros. La tarjeta de crédito vacía, la de débito vacía, la cabeza aún más vacía. La felicidad que no se olvida, los disgustos que no se olvidan, los No-recuerdos. La confusión entre lo bello y lo abundante, entre lo equilibrado y lo adictivo. No decir que no, decir más, más es más... Tu, yo, el, ella... inmersos en lo arbitrario. 500 veces lo mismo. 1000 veces. Un millón de veces lo mismo.

Un millón de veces enciendo la TV. Ahora mismo. Un Jueves de Marzo de 2004. Llego a casa y enciendo la TV: Todos hablan de la estación de Atocha. No-lugar, todo arbitrario. un purgatorio de poca calidad. Gris. Iluminación indirecta. No-identidad, o escasa identidad.

Me imagino a mí mismo uno y otro día a las 7:35 de la mañana haciendo transbordo del tren de Cercanías al Metro en la estación de Atocha. Me imagino subiendo las escaleras mecánicas: Español, no rubio, no moreno, no extranjero, no mochila, no sospechoso, anónimo y en circulación fluida, invisible, no-cámara, no seguimiento desde monitor. "La identidad es la nueva comida basura para los desposeídos, el pienso con que la globalización alimenta a los desfranquiciados..." como escribe Rem Koolhaas. Escaleras mecánicas que comunican con otras escaleras mecánicas, que viajan en paralelo a los conductos del aire acondicionado, directo al siguiente andén de tren, de metro, de cinta mecánica directa al centro comercial con su mismo aire acondicionado, de cinta mecánica directa del ascensor a la planta de oficina. Viajando por la arquitectura de la continuidad, de la no interrupción, del termostato democrático, del in-door público, en la gravedad constante, en los espejos, en el pladur, en los pulidos, en el eco. Bienvenidos al No-lugar, fuera, a unos metros, está Madrid.

11 de Marzo de 2004. Nadie hubiera dicho entonces que se aproximaba el fin del mundo. Los trenes explotan a primera hora y luego todo se para y todo el mundo mira el televisor en silencio. Yo también paso el resto del día mirando el televisor, no hablo con nadie, no llamo a nadie, nadie me llama, porque nadie llama a un muerto. Solo que ya no voy a trabajar y que no paso por Atocha a la hora que me espera un atentado. Pienso que si sigo vivo, es por no ir a trabajar.

Estoy todavía tan drogado y tan borracho, que me da igual. Podría haber estado allí, donde los cuerpos explotaron y donde podría estar muerto. Podría haber sido una de las victimas. Perdí la oportunidad de ser parte de esta historia. Querer vivir es tan extraño como querer morir. Porque estoy a salvo pero sólo. Y ya estaba muerto. Y no quiero escuchar mas palabras, porque todas las palabras significan la misma cosa: Nada. Y solo quiero parar un momento, dejar de girar y mirar el infinito, escuchar el silencio y después no tener nada que decir, no tener nada que escuchar.

Nadie me llama. Nadie me pregunta si estoy bien. Nadie me espera en ninguna parte. Pienso que nadie me llama porque nadie llama a los muertos. Nadie me necesita. Nadie me recuerda.

Luego , mas tarde, ya es de noche cuando apago las luces y pienso que todo va a salir bien. He leído el Apocalipsis mas de veinte veces y cada vez es una cosa diferente. Si buscas salidas de emergencia, las encuentras. Y al final todos se salvan, todos menos el terrorista, pero ¿Donde está el terrorista? En la cabeza de todos. No se nombra a los terroristas en el apocalipsis, ni siquiera hay un plan de actuación eficaz por parte del ejercito ante un ataque de este tipo. No hay defensa posible ante uno de nosotros, que está con nosotros y entre nosotros. El diablo está en el cuerpo. La bestia anda suelta. Nadie sabe donde está el terrorista. Solo unas cuantas lineas, en un libro de auto-ayuda, lo mencionan.

Hoy ya es 11 de Marzo. En el futuro esta fecha será recordada como la de los atentados de los trenes de Atocha.

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