miércoles, 19 de septiembre de 2018

King George


Es lo mismo andar que permanecer quieto. 
Sentarse, parar a encender un cigarro, o no sentarse o no fumar. 
Es lo mismo pensar o no pensar, respirar o dejar de respirar. Todo es lo mismo. 
Son una y la misma cosa. 
Comer o permanecer en ayunas mientras esperas o dejas pasar el metro que te lleva o no te llevará a tu destino. Y si no llegas, no habrá un destino en el que bajarte de un vagón de metro. 
Si caes muerto, el hombre que anda tras de ti pasará por encima de tu cadáver. Entra y sal, sube y baja tambaleándote. 
Come de pie, con ranuras, palancas, monedas grasientas, eructa, límpiate los dientes, colócate bien la camisa dentro del cinturón, anda vacilante, resbala, silba. Mires donde mires ves un montón de gente que podría dejar de hacer lo que hace, porque todo sería igual y todo es la misma cosa. 
Levántate la tapa de los sesos. Si sales a la calle y disparas tu revolver, otro hombre te disparará a ti.
Todo sigue su curso en la ceguera de media tarde en la M30. 
Todo conforme a unas normas. Ahora el tráfico va de este a oeste; dentro de un minuto irá de norte a sur. El sol interrumpe la vista del espejo retrovisor cuando los conductores salen del túnel al atardecer, pero nadie va a ninguna parte, nadie llega a ningún sitio. Todos los lugares son la misma cosa. 

Ahora estoy silbando una melodía alegre: “King George“ 
Me recuerda a Jorge, mi hijo. 
Después 
Entro en casa y digo: Hola Paola 
¿Cómo estás?
Te quiero
Te quiero Paola
Hecho mucho de menos a mis hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario