jueves, 2 de marzo de 2017

En el caos no hay error



ORIGEN Y CONTEXTO DE LA PROTESTA
La fortisima oleada contestataria que recorrió el estado español entre noviemrbre de 1986 y abril de 1987, apenas es recoradada por algún nostálgico cuarentón más o menos implicado en su adolescencia en un unos acontecimientos hoy diluidos en la iconografía punk del “Cojo Manteca” y su muleta. Sin embargo, y al margen de imprecisos romanticismos, nos encontramos ante las más severas y prolongadas huelgas de los últimos treinta años.
En definitiva, como el propio ministro de Educación, Josep María Maravall, definió durante una comparecencia en el Congreso,”la puesta de largo revindicativa de la primera generación de la democracia”.
Un análisis interpretativo de buena parte del material documental trasluce un lenguaje asambleario que apuesta por la autoorganización plenamente horizontal, rechazando toda intermediación de organizaciones burocráticas.
La plena vigencia de tal planteamiento entre los antiautoritarios del siglo XXI, no resulta óbice para contextualizar éste enterrado episodio de la historia reciente de España en un marco político, económico y social netamente alejado del actual. Época en la que el país se encontraba inmerso en su tercialización, o postindustrialización, que no era sino una modernización de las estructuras económicas capitalistas que hablan certificado el ingreso en el entonces Mercado Común, el 1 de enero de 1986. Tal reforma no salió gratis, dejando en la calle, entre 1983 y 1986, a decenas de miles de obreros, empleados en la siderurgia, los astilleros o la minería del carbón del cinturón industrial vizcaíno, los Altos Hornos, destacado capítulo de lo que se vino a llamar Reconversión Industrial, culminada una década después en la definitiva des localización de fábricas e industrias integrantes del Sector Secundario español.
En 1986 entra en vigor el IVA y Felipe González nos pregunta si nos queremos quedar en la OTAN. El 14 de octubre de ese año tiene lugar una contundente Huelga General contra la política económica del gobierno y el Plan de Empleo Juvenil, en un momento en el que el 18% de la población activa del país se encuentra desempleada.
La transformación tecnológica de las bases de producción requirió asimismo una contundente renovación del sistema de enseñanza, llamado entonces a configurar los futuros cuadros de mando y el consiguiente proletariado de un nuevo modelo definido por las castas políticas dominantes como “estado de bienestar”.
No muchos de los estudiantes que toman parte en éste movimiento contaban con experiencia previa en lo que a participación estudiantil y autoorganización se refiere. Además ahora el movimiento asambleario se enfrentaba por primera vez a un mediático aparato burocrático sindical externo a los estudiantes.
En noviembre de 1986 700.000 estudiantes se manifiestan en Francia contra la ley Devaquet. El 4 de diciembre los estudiantes españoles convocan la primera jornada de huelga. Representantes del Sindicato de Estudiantes (S.E.) y la Coordinadora de estudiantes de Enseñanzas Medias y Universidad (formada el 16 de noviembre a partir; de una heterogénea composición que integraba desde la oficialista Confederación Española de Asociaciones de Estudiantes a pequeños partidos y asociaciones juveniles), se disputan el liderazgo de las movilizaciones, poniéndose de acuerdo, la noche anterior, sobre la presencia de sus representantes tras una pancarta sin firmar en la cabecera de la marcha, en la que también están presentes los sindicatos CC.00, UGT y CNT, así como representantes de las asociaciones de padres de alumnos.
Pronto los convocantes oficiales comienzan a ser desbordados por un generalizado movimiento de carácter asambleario que crece día a día generando espontáneas acciones de demanda, incluso en las vacaciones navideñas, constituyéndose comités y coordinadoras al margen de las organizaciones estudiantiles que pugnan por apropiarse del movimiento. Esencialmente, se funcionaba de modo democrático, eligiéndose en cada asamblea de instituto representantes que, en teoría, defendían la postura y decisiones de su asamblea en reuniones generales de coordinación en las que los delegados o portavoces no tenían autonomía decisoria al margen de la asamblea que representaban. El primer intento del gobierno de romper las movilizaciones fue a través de la represión. Algunas escaramuzas y altercados acaecidos a fines de 1986, con especial intensidad el 17 de diciembre cuando, sumados ya los estudiantes universitarios a las protestas de los institutos, centenares de alborotadores de última hora se enfrentaron a la policía, que custodiaba el Ministerio de Educación y Ciencia, fueron sucedidas por una falsa calma cuya ruptura marcó el avivamiento de  hostilidades y el recrudecimiento del conflicto a inicios del nuevo año.
PELLAS Y KAOS
Iniciado enero de 1987, las ciudades donde habían ido surgiendo organismos autónomos de coordinación y lucha convocan huelgas en fechas cercanas pero distintas. La coordinadora de Madrid llama a la huelga indefinida. Aunque el comité de huelga montado por el S.E. convoca para los días 20 al 23 se suceden manifestaciones desde el 16. La mayoría de asambleas de estudiantes actúan entonces por cuenta propia, planeando sus propias acciones o asistiendo a una u otra convocatoria. Nadie garantiza al gobierno que firmar con el S.E. o la Coordinadora, incluso con ambos, normalizase la situación. La estrategia del S.E pasaba por buscar el apoyo obrero, lo que en la práctica se quedaba en repartir panfletos en zonas comerciales, mercados y fábricas, y corear “El hijo del obrero a la universidad…”. El respaldo sindical de las dos grandes centrales estatales fue solo verbal, sin el más mínimo llamamiento a la movilización de sus bases. No obstante, la solidaridad obrera funcionó de modo puntual, recogiéndose algo de dinero para los huelguistas y manifestándose grupos de obreros junto a los estudiantes en Madrid, Malaga o Zaragoza.
Pronto los medios comienzan a diferenciar entre buenos estudiantes, que negociaban responsablemente (S.E. y Coordinadora) y alborotadores, provocadores o ultras. En definitiva activistas que no aceptaban la tradicional dinámica de procesiones seguidas de la subsiguiente, e inútil, entrevista con la subalterna autoridad de turno.
La manifestación más memorable resultó la del dia 23 de enero, desde la plaza Luca de Tena hasta el Ministerio de Educación. Frente a la calle Barquillo las fuerzas de orden pegaron un tiro [rebotado] en el glúteo derecho a Maria Luisa Prada, estudiante de de Secundaria. Nunca existió procesamiento o indemnización alguna por parte del Estado a la estudiante. Esa jornada la huelga fue general en todo el país, con protestas multitudinarias en decenas de ciudades. En Madrid, miembros del cordón de seguridad del sindicato estudiantil intentan apaciguar la progresiva exhibición de palos, cadenas, tiragomas, rodamientos y cascotes que hacen su aparición al inicio de la marcha, intentando enfocar la exaltación de ánimos hacia la posible aparición de los fachas. Ya en manifestaciones anteriores grupos de choque, en algún caso integrados por cientos de jóvenes habían provocado altercados contra las unidades de intervención policial y los grupos ultraderechistas que intentaban entrar en las manifestaciones.
Antes de que la cabecera, que partió a medio día desde el Paseo de las Delicias, llegara a la Plaza de Cibeles. alrededor de 3.000 jóvenes que precedían a decenas de miles de manifestantes (200.000 según los convocantes), se enfrentó a los antidisturbios con palos, botellas y adoquines en la confluencia de las calles Gran Vía y Alcalá, cortándose ésta última con dos automóviles volcados, después incendiados, y barricadas desde las que se arrojaron una docena de cócteles Molotov. Unos 300 metros de vallas metálicas, seis metros de la artística verja del Banco de España, decenas de semáforos, cabinas telefónicas, señales, placas de tráfico y jardineras de piedra, arrojadas desde las aceras en medio de la calzada para obstaculizar el paso de las Fuerzas de Seguridad, fueron destruidas en pocas horas, corriendo la misma suerte varias motos y un vehículo policial, interrumpiéndose el tráfico por casi seis horas en la zona de Alcalá-Cibeles-Gran Via e interviniendo los bomberos para retirar una considerable barricada de fuego, junto a varios conatos de incendio en el Paseo del Prado. En todas las confluencias de la calle Alcalá y proximidades del Ministerio se suceden los saltos de grupos de jóvenes que arrojan sobre los antidisturbios cascotes extraídos de las aceras y losetas de cemento, previamente despiezadas con aros de hierro de las tapaderas de las bocas de riego o macizas tapas de alcantarilla. Manifestantes y periodistas recogerían en la zona de los enfrentamientos media docena de casquillos de bala del calibre reglamentario utilizado por la policía. Como en anteriores ocasiones aparecieron grupos de ultraderechistas, exiguos residuos fuerzanovistas a los que se unen varios centenares de basistas y algún ultra futbolero, protegidos con una carga policial del ataque de medio centenar de manifestantes.
Entre tanto, una comisión de representantes del S.E. cuyo activo servicio de orden había incluso colaborado con los antidisturbios en el corte de la calle Alcalá, se entrevistaba con las autoridades ministeriales ante la indignación de los “popes” de la coordinadora estudiantil a los que no se permitía asistir a la reunión. En palabras de los portavoces sindicales estudiantiles: ‘las negociaciones con Educación forman parte de una dinámica ganada a pulso desde el inicio de las movilizaciones”, negándose cualquier acuerdo con la coordinadora que rebasara la mera presencia de ésta en la cabecera de la marcha.
Desde el 28 de enero el gobierno llama a la tregua y la reflexión ofertando algunas reivindicaciones secundarias de los estudiantes.
Violentas manifestaciones en protesta por sucesivas y desmesuradas intervenciones policiales, como las acaecidas en Vallecas, Zaragoza, Bilbao, Tenerife, Barcelona o La Coruña, piden la dimisión del ministro del Interior José Barrionuevo.
Al día siguiente las asambleas rechazan la oferta de Maravall.
Con intención de frenar el movimiento de profesores de enseñanzas medias y maestros, el Ministerio de Educación retira provisionalmente el proyecto del Estatuto del profesorado. Los estudiantes continúan en febrero siendo los verdaderos protagonistas de sus acciones más allá de las burocracias sindicales, en algunos casos de carácter paragubernamental. Éstas pierden notoriedad en una prensa ya consciente de su superación por parte de un movimiento estudiantil, con mayúsculas, que en Barcelona, por ejemplo, acomete la ocupación del edificio de la Bolsa. En lugar de diluirse entre negociaciones conciliadoras y liderazgos, la incoherencia educativa redescubre la incoherencia del sistema mostrando un movimiento absolutamente antagónico al estado.
El 3 de febrero los enfrentamientos entre manifestantes y policias, que custodiaban el Congreso de los Diputados, se saldan con 17 arrestos. La policía disuelve con agua a presión y caballería a grupos de encapuchados que les acosan lanzando botellas y adoquines. Una treintena de heridos, entre manifestantes y fuerzas de seguridad, son atendidos en distintos centros hospitalarios.
El ministro de Educación y Ciencia Maravall realiza ese día ante la cámara un análisis eminentemente sociológico del movimiento estudiantil, subrayando los aspectos que excedían el ámbito educativo, especialmente la angustia ante el problema del desempleo en un estado que contaba entonces con uno de los porcentajes del PIB, destinados a la educación, más bajos de Europa.
El gobierno firma algunos pactos locales, con intención de aislar a Madrid, que resultan denunciados por una parte de los afectados. El 5 de febrero presencia en la capital la concentración de un millar de alumnos de la Escuela Técnica de Telecomunicaciones de Alcalá de Henares, a los que se unen dos centenares de docentes, pertenecientes a la Coordinadora de profesores de Enseñanzas Medias (CPEM), que realizan cortes de trafico en las inmediaciones del Ministerio de Educación y Ciencia.
El 6 de febrero un millar de estudiantes, de enseñanzas medias y Universidad, logra alcanzar las inmediaciones del palacio de la Moncloa, pese a un impresionante despliegue policial. Siete estudiantes y ocho agentes resultaron heridos, saldándose la jornada con quince arrestos resultado de más de tres horas de enfrentamientos en una marcha expresamente prohibida por la Delegación del Gobierno de cuya convocatoria, no es de extrañar, se había caído el S.E.
La inmediata consecuencia de ésta nueva jornada de disturbios será la decisión del Ministerio de prescindir de la CEEM en las negociaciones mantenidas con la Confederación de Asociaciones de Estudiantes (CEAE) y un S.E cuyo portavoz; Juan Ignacio Ramos, es ya un asiduo en los telediarios.
Hubo también importantes refriegas, en buen número de ciudades, los días 11 y 13 de febrero, dándose bastante caña a una policía que usó todo su arsenal: pelotas de goma, cartuchos de sal, botes de humo, gases lacrimógenos, cuerpo motorizado, caballería, vehículos lanzadores de agua, tanquetas, helicópteros e incluso fuego real.
“Policía asesina”, “Con tanta madera haremos una hoguera”, ‘El hijo del madero a la Universidad, para que no sea como su papá”. “Esos de marrón, ¿de que instituto son?”, fueron slogans popularizados esos días. Jornadas en la que la brutalidad policial , que todo el país presenciaba a través de la televisión estrictamente pública, tuvo el efecto de rememorar la Época franquista evidenciando, la naturaleza represiva del estado. Violencia direccionada entre manifestantes y policía, manifestantes y ultraderechistas y manifestantes, y mobiliario urbano. Algunos hablaban de pasotas sin reparar en que, yonkis o escépticos, todos se movían por algo. Aunque en buena medida, inexpertos e iletrados, muchos aglutinaban un puñado de ideas anarquistas gracias a la música que escuchaban (Barricada, La Polla Records, R.I.P, Eskorbuto..). Al ser las huelgas en días alternos, los alumnos seguían en contacto con toda la clase y entre asignatura y asignatura formaban corrillos sentados sobre los pupitres.
Macarras de extrarradio enfundados en pantalones de pitillo,chupas o zapatillas Yumas que se acercaban a las manis para unirse a los que desoían las prerrogativas del servicio de orden atacando a fachas y policías. Fosfatinadores de escaparates desintegrados del tejido social, no poco injuriados por los medios de comunicación, para los que solo había una opción, apurar el momento.
OCASO DE  REBELIÓN
Algunos jóvenes, que al atractivo de fumarse las clases unían el de verse por la tele y sentirse tenidos en cuenta, comenzaban a encontrar su identidad enfrentándose entonces a unos policías barrigudos y cuarentones que no aguantaban demasiado corriendo. Mientras, el S.E. se constituía en pleno en servicio de orden de las manifestaciones madrileñas, definiendo su comportamiento como ejemplar el entonces Secretario de educación Pérez Rubalcaba. Era el momento de consolidar la presencia del sindicato en todos los centros y rentabilizar lo obtenido con la lucha de otros, dando el golpe de efecto que pusiese punto final al movimiento.
El 13 de febrero el S.E declaró una tregua que sorprendió al propio Maravall, que añadió a su oferta la gratuidad de la Enseñanza Media, algo que ya era prácticamente una realidad pues la matriculación en un instituto rondaba las 4.500 pesetas. Tal punto fue suficiente para que el portavoz del Sindicato clamara triunfalistas parrafadas que engañaban a muy pocos. El sistema de enseñanza no había cambiado en beneficio de obreros o estudiantes, manteniéndose tal cual selectividad, masificación o planes de estudio. Sin embargo, el S.E firmó con el Ministerio acompañado de una CEAE que se vanagloriaba de unas movilizaciones que, paradójicamente, había combatido desde el primer día. Así, burocracia estudiantil e infiltradas Juventudes Socialistas venden su pacto con el ejecutivo como una victoria sin precedentes. Un pacto con el mero objetivo de liquidar el combativo movimiento gestado en los últimos 4 meses. Sin embargo, el pacto no tendrá vigencia en las comunidades con competencias en materia educativa.
La desconvocatoria de SE y Coordinadora fue inicialmente desoída por una cuarta parte de los institutos madrileños. Algunas secciones de la segunda, como la Coordinadora de San Blas, condenan el pacto y una coordinación estatal de asambleas, celebrada en Madrid el 21  de febrero, lo rechaza de plano convocando a manifestaciones en todas las ciudades para el 24 de febrero.
Esa jornada fue la última de masiva protesta estudiantil en las capitales españolas en rechazo del acuerdo para las enseñanzas medias.  A estas alturas, cansancio estudiantil y presión de exámenes, padres o profesores, juegan a favor de las pretensiones de las organizaciones que apoyan el acuerdo. No son convocadas tras esa fecha nuevas huelgas marchando tan solo, los estudiantes de institutos y centros de formación profesional, junto a obreros o universitarios los días 11, 12 y 25 de marzo y 7 de abril. Las coordinadoras habían ido claudicando al acuerdo.
Éstos enfrentamientos marcaran una inflexión radicada en el viraje de la lucha al ámbito estrictamente universitario. En el Parlamento, la oposición pone en continuo entredicho a un gobierno que ha revelado la debilidad estatal. Sin embargo, la capitulación a las demandas es solo aparente. La cesión había sido mínima y direccionada al programa del PSOE, a pesar de que la impresión general es que el gobierno cedía ante la violencia. En cierto modo se había demostrado que ésta trascendía con mucho a provocadores ajenos a los acontecimientos. El movimiento estudiantil había retornado a una huelga salvaje y a una lucha de clases propia de tiempos que adolecían de los más elementales derechos, y que, además, habia contagiado a los obreros la desconfianza en las tradicionales organizaciones sindicales.
“Finalmente aquella revuelta se desinfló. Los trepas del Sindicato de Estudiantes tenían prisa por negociar y volver a recibir subvenciones. La revuelta había escapado completamente a su control de igual forma que la mayoría de sus tejemanejes, estatutos y cargos escapaban a más de la mitad de cada instituto madrileño, que cortaba el trafico mientras la otra mitad asistía dócilmente a clase. (…). Fue la máxima expresión de lo que puede hacer un grupo social si abre un espacio público (…) una movilización que pondrá en marcha todo el potencial contestatario de los estudiantes” (Estudiantes, antiestudiantes, policía, prensa y poder. Maldeojo, Traficantes de Sueños & Literatura Gris, 2001).
EL PAPEL DE LOS MEDlOS
La prensa. habitual aliada de sus iguales burocráticos, prestó por lo general mayor atención a las organizaciones jerárquicas (S.E. CC.OO..) que a  las múltiples expresiones de autonomía acaecidas en institutos y universidades. Sin embargo, una doble intención conformó un discurso periodistico quebasculaba, según los medios, del paternalismo admirativo que retrotraía a 1968, al criminalizador desprecio a ajenos infiltrados o desnaturalidores externos de una pacificamente inocente lucha estudiantil. Lo cierto es que la intensa virulencia fue en lo que más se aproximaba ésta revuelta al mayo parisino. Violencia que, aun extendida y aprovechada fuera del ámbito estudiantil, también se demostraba, a pesar de la opuesta intencionalidad mediática, planificada, coordinada y ejecutada por grupos de afinidad, colectivos, organizaciones. asambleas o individuos netamente versados, al menos teóricamente, en la autoorganización autónoma anticapitalista.

El pitufo rojo en https://enelcaosnohayerror.wordpress.com

















































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