Me enamoré. Ella me dio una caja oscura llena de nada. Tardé años en entender que eso también era un regalo. Kurt kobain escribió una canción sobre todo esto. La tituló Heart-Shaped Box. Todo el mundo sabe que Kurt se suicidó. Kurt Kobain se suicidó. Yo, por entonces, estaba muy deprimido. Todo parecía ir hacia la nada. Mi amor era un completo fracaso. Entendí lo de Kurt, pero con su muerte era más que suficiente.
Una vez más, salí corriendo de mi última relación tóxica. A pesar de todo me sentía bendecido, por haber sido capaz de amar a tiempo pasado. Bendecido por no perder a mis hijos, entonces, cuando todavía eran pequeños. Me sentía liberado. Todo se presentaba prometedor. Por primera vez en mucho tiempo dormí en el suelo y me sentí muy feliz. Un tiempo nuevo en el que tenía una sonrisa ensayada que mostraba a todo el mundo, un corte de pelo, una americana negra y la barba que no me he quitado desde entonces.
Ni siquiera era el año 2000. Yo pensaba que todo era un ensayo de lo que estaba por venir. Y lamentablemente era cierto. Un ensayo no es otra cosa que la revalida para el purgatorio. Mi corazón era un desastre en recuperación después de un accidente automovilístico, en el que yo era el único superviviente. La culpa se mastica, me escupe. No puedo apartar la mirada. Mi educación católica es un problema. Mi formación académica es un problema. Me siento degenerar. Mi corazón es el de un niño corriendo a toda velocidad hacia todo lo que brilla y mi cerebro es el del padre cauteloso que prefiere decir que no, no demasiado rápido, no, no sin un plan. No, no sin una defensa. Mi politoxicomanía es un plan parcial, un secreto a voces y una excusa para el dolor. Olvido el significado de "Demasiado" y en su lugar escucho mucha música y la siento y me siento vulnerable.
No tengo todavía los 33 años y me siento crucificado. En Madrid, de Madrid, hasta Madrid. Conozco todos los Afters, las Strippers y Gogos de las MacroDiscotecas. Conozco toda la gentuza del centro que trafica. Los aparcamientos a las seis de la mañana. Y sonrío mirando el amanecer, mientras me la chupan, conduciendo acelerado, por la A-42, un Martes, 2 horas antes de recoger a mis hijos, antes de llevarlos al colegio.
6 años después, conozco a una mujer exótica y la entrego mi corazón. Me saca de las calles. La digo: Te amaré. Incluso 20 años después de la última vez que te lo haya dicho, también te amaré. Mi cerebro sigue siendo la primera persona. Pienso que he saltado al otro lado. Me vuelvo un tipo normal. En esas estamos.
Han pasado muchos años.
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