El infierno es terrorífico. Peor de lo que te puedes imaginar. Ni te cuento. Nada se lo compara. Tu pesadilla más perfecta. Estás allí y un crujir de dientes espantoso. La Biblia es un juego de niños. Es que estás en el infierno y ni te imaginas. Ni te imaginas. ¡Es el infierno! Peor que lo peor. Estás allí en el infierno. El infierno tan temido. Y está allí. El infierno está abajo, siempre abajo. El cielo arriba. Y estás allí en el infierno dándote vueltas. 6000 grados Celsius. Condenado absolutamente. Por siempre. En el infierno por siempre jamás. Y no vale si alguna puta vez hiciste una buena acción. Estás en el infierno y es tu lugar. No puedes pagar tu hipoteca. Y ardes. En el mismísimo infierno. Tu niño pequeño se ha muerto. Te has quedado sin trabajo. Tu mujer ha sido violada. Tu madre se prostituye en los bares. Nadie viene en tu auxilio. Ninguna palabra de aliento ni nada. Más solo que la soledad antes del Big Bang. Luego duermes bajo un puente. En Santiago de Chile. En Belfast o Nueva York. Vas por ahí mendigando un poco de nada y te dan patadas en el culo. Y cada día desciendes un poco más. Hasta llegar a los 6000 grados Celsius. Ya estás en el centro de la Tierra que es el infierno. Y piensas que aquel lugar es más confortable que aquel otro lugar en donde, por misericordia, te han dejado respirar. Dios salve a Dios. El infierno somos todos.
Hugo Vera Miranda
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