miércoles, 23 de octubre de 2013

Buena Suerte



Tengo suerte de tener los cinco dedos en la mano derecha
Suerte de hacer pipí sin que me duela mucho
Suerte que los intestinos se muevan.
Suerte, duermo de noche en una cama de capitán, siesta a media tarde
Suerte de pasear por First Avenue
Suerte de ganar un par de cien mil al año
cantando Eli Eli, escribiendo lo que se me pasa por la cabeza, grabando ga;abatos primordiales,  enseñando en un colegio budista, sacándole fotos con la Leica a la parada del bus por la ventana de mis ojos.
Oigo sirenas de ambulancias, huelo ajo y orín, pruebo nísperos y lenguado,
camino descalzo por el piso del loft, algo insensibilizadas las plantas de los pies
Suerte que puedo pensar y que el cielo puede nevar

                                                                                                                               8 de enero, 1997
Versión de Ana Becciu
De "Muerte y fama" Editorial Lumen, S.A. 2000

Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes





Antonin Artaud

Señor legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación porque:
1º El número de los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, que más aún que de la muerte, yo soy el dueño de mi dolor físico, o también de la vacuidad mental que pueda honestamente soportar.
Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que debieran considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como Uds. quieran.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es en mí tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire. Llegar a una evaluación de mi dolor más precisa, que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y mientras tanto, soporto tu ley.

Viva la Democracia


De un lado la CNT, del otro, la policía. Un poco mas allá, el gobierno, aquí, el Rey, enfrente, la oposición parlamentaria, y agrupados al fondo las ONGS, tres o cuatro religiones minoritarias, delegaciones provinciales de multinacionales desplazadas y privatizadas después de haber sido nacionalizadas por un gobierno anterior, y a punto de llegar: El Papa, la canciller, Ana Botella, el embajador de Italia en Lituania, una de las infantas, ninguno de sus consortes,  un presidente de autonomía y otro de la asociación vecinal de un P.A.U. de cuyo nombre... no me acuerdo. 

No experimento ninguna simpatía por el "obrero idealizado"en la mente del comunista burgués.
No me cae bien la patronal.
No tengo necesidad de preguntarme de que lado estoy.
No estoy.
Estoy leyendo otras cosas.
No tengo empatía con el presidente, ni con los ministros.
Tampoco con la oposición.
Pienso que vivo al margen de muchas cosas.
Un "Salvese quien pueda" prolongado.
No hice la mili.
No Voté jamás.
No soy de fiar.
Dubi Du Duá...
Aquí estoy: Una mente pensante y respetable.
Un artista de la clase obrera 
Un artista de mierda


Todos los soldados tienen piojos. Todos los anarquistas que conozco son unos payasos. Todas las ministras que me han presentado son unas zorras. A todos los de la oposición les he visto borrachos. He acompañado a muchos comunistas a urgencias con objetos atrapados en el recto. Las campañas electorales de mis amigos socialistas las cerraban de putas y yo, aunque no voto, les acompañaba. La canción del himno de la autonomía, la escribimos a dos manos "El Pedrín" y yo, una mañana en el coche, después de un after. Los ecologistas que cenaron en mi casa, la semana pasada, eran bulímicos. Me han dicho, en privado, que el presidente se droga. También se comenta, que la portavoz de la oposición se masturba en los baños de Las Cortes, para luego ser mucho mas eficiente en su intervenciones. Tengo mucho material fotográfico que compromete a alcaldes, ex ministros, altos cargos y mujeres de éstos, y a sus hijos, y a sus hijas, y a sus familias. Alguna vez he ido a recoger a la hija de alguno de ellos al hospital, tras pasar por un coma etílico, o por drogas. Entiendo que me llamen para no comprometer su situación. Es una posición delicada. Hay que cuidar de nuestro políticos y de nuestra monarquía. Ellos cuidan de nosotros el resto del año.

Viva  E.S.P.A.Ñ.A.
Viva la Democracia.

lunes, 21 de octubre de 2013

YA NO TE AGUANTO

YA NO TE AGUANTO
Luc Santé
Artículo extraído del libro Mata a tus ídolos, Libros del K.O, Madrid, 2011.
Kill all your darlings (consejo literario atribuido a William Faulkner)
(…)
2.- Puede que John Leland no haya escrito la primera historia de la modernidad, de del hipness (aunque tras una búsqueda superficial, no he encontrado otra), pero cuesta no pensar que este libro también pueda ser el obituario de dicho tema. Es como divulgar los rituales de la logia o prnunciar en voz alta todos los nombres del Altísimo. Hay numerosas historias sobre la bohemia, pero no es lo mismo, aunque los dos conceptos tengan un amplio espectro de coincidencias. La bohemia comenzó en Europa y se extendió al resto del mundo, pero lo hip (Leland emplea la palabra como nombre y adjetivo) es autóctono de Estados Unidos. La palabra deriva del término wolof hepi (“ver”) y hipi (“abrir los ojos”). El concepto hip surgió de semillas plantadas en Senegambia que brotaban en Estados Unidos. Está totalmente relacionado con el concepto de mezcla racial, en ambos sentidos, ya que comprende tanto el amor y apropiación por parte de los blancos del estilo negro y también la adquisición del bagaje europeo por parte de los afroamericanos: el pianoforte, el traje de los tres botonos, el existecialismo, las expresiones yiddish, las gafas de carey y la novela. Lo hip es oculto, arcanos sin cielo.

El mestizaje cultural es fundamental, no sólo para el hipness, sino en todo lo destacable que ha producido Estados Unidos. El hecho de que el sexo interracial se tuviera que practicar más o menos en secreto hasta hace poco refleja el aire glamuroso y arriesgado ligado al hipness, incluso cuando el producto que surge de lo hip encuentre el camino de entrada a los cánones tarde o temprano. Todo habitante de Estados Unidos nota día a día los efectos del mestizaje cultural, aunque persista una política oficial perversa que solo admite la facción nórdica y protestante de la identidad nacional. Solo los efectos del mestizaje podrían asegurar la supervivencia de lo hip, incluso sin ayuda del departamento de marketing y sus bancos con salud de hierro; pero me estoy adelantando.

“Hip es un término iluminado”, escribe leland en Hip: The Story. También incorpora cool, un concepto que proviene “de un rey del siglo XV del imperio nigeriano de benín, quien se granjeó el apodo de Ewuare, que significa que algo “es calmado”, después de lllevar la paz a una región azotada por los conflictos armados internos. Ser hip significa estar despierto y alerta, ser pluscuamperfecto y tener un don invisible, poseer sabiduría que convierte a su dueño en un iniciado de una secta sin nombre cuyos miembros se reconocen entre sí por el uso de ciertas palabras, el vestir ciertos accesorios, la inclinación de un sombrero, la forma de remangarse. En cuanto dichas palabras o estilos llegan al conocimiento popular, es el momento en que los hipsters cambian de vocabulario y estilo. En aquellos días, con más carrozas que nunca llamando a las puertas de la modernidad y adoptando estilos antes incluso de que los hipsters pudieran probarlos, resultaba muy difícil seguir siendo intocablemente sofisticado. Por eso la Pabst Blue Ribbon se convirtió en la cerveza hip: nadie la había reivindicado, era un vestigio de obreros sin consumidores a la vista dispuestos a propiarse de lla. La elección de consignas hip se ha convertido en un proceso de eliminación.

Leland tiene por delante una historia de muchos niveles que contar con una gran cantidad de trabajo pesado, pero su proceder es valiente y cierra un capítulo en cada una de las etapas importantes. El siglo XIX queda representado, por un lado, por los extraordinarios cimientos de Thoreau, melville, Withman y, sobre todo, Emerson (un temible lector de los posos de té que, al parecer, predijo todas las tendencias culutrales estadounidenses del futuro) y, por otro lado, por el crecimiento de bardos que sentaron las bases de esa piedra angular con extraña forma lllamada IRONÍA. El siglo XX es frenético. Se pueden unir los puntos entre el jazz de Nueva Orleáns, la bohemia del Greenwich village, el Renacimiento de Harlem y los exiliados del parís de los años 20 y escuchar después el riff repetido en un nuevo tono tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al bebop y la generación beat. Pero al margen de la historia hay criminales, dibujos animados, (¿hubo alguna vez un hipster más perfecto que Bugs Bunny, al menos antes de que se convirtiera en cómplice?), cine negro, engaños, drogas. Los judíos son un caso especial, ya que se entienden ambos lados de la dicotomía racial y juegan las dos bazas, mientras ambos lados los excluyen. Las mujeres también representan un caso especial, más hips que cualquiera a menos que sean relegadas a la procreación y a vaciar orinales. Más adelante en la narrativa cronológica encontraremos hippies (brevemente), punk, hip hop y hackers, entre otros. ¿He mencionado ya las drogas? Hay tantas líneas argumentales entrelazadas que se necesitaría hacer un organigrama sobre el tema.

Leland es un escritor fluido, capaz de desplegar frases bonnitas y de hacer funambulismo sobre la fina línea que supone escribir sin pasión sobre lo hip sin parecer un embalsamador. En algún punto del tercer capítulo (“Jazz, la Generación Perdida y el ranacimiento de Harlem”) comencé a escuchar cómo murmuraba palabrotas espectrales a medida que se daba de que su narración requería una cadena de montaje interminable de historias enlatadas. Se las arregla para sorprender con pequeñas ocurrencias y con citas apropiadas pero, si tienes cierto conocimiento previos de su obra, pondrás cara de fastidio al tener que sufrir de nuevo anécdotas desgastadas por el uso. Más o menos a un tercio del final, los ojos se te empiezan a poner vidriosos al ver que los personajes de los capítulos anteriores se vuelven a mencionar en nuevas apariciones, de forma que las conexiones entre el modelo hip de 1927 y el modelo hip de 1956 no se pierdan para los holgazanes de la última fila. Además, como el público objetivo del proyecto tiene una edad media de 18 años, Leland ofrece un servicio público reproduciendo la historia de, por ejemplo, la Generación Perdida, para que pueda diferenciarse de las Generaciones Beat, en Blanco y X. Puede que alguna vez los hipsters adolescentes estuvieran mejor informados sobre la vida y obra de predecesores, debido a su aislamiento y a la dificultad para conseguir información sobre temas actuales, lo que producía cierta desesperación en ellos y los empujaba a la biblioteca.

El otro gran obstáculo que se encuentra el autor de un libro así es que se trata necesariamente de un producto del presente. A menos que establezcas un punto y aparte arbitrario y afrontes el asunto en pretérito, lo que te hará parecer un embalsamador, te enfrentas a un peliagudo juego de piernas de piernas retórico si lo que quieres es huir de la obsolescencia instantánea. Leland mira a su alrededor a todo el espectro del hipness en el momento de escribir y se encuentra con...gorras. Sabe a la perfección qe las gorras ya estarán enterradas mucho antes de su publicación. ¿Cómo puede siquiera sugerir que el hipness tiene un futuro viable? Leland revisa un siglo y medio de hipness en busca de una señal, algún giro que se le haya pasado por alto y que conecte el pasado borroso con el presente confuso, una piedra que los constructores desecharon y que demuestre ser la piedra angular sobr ella que el hipness propserará y entonces ve...publicidad.

Así es, en su Monte Rushmore particular de hip anticipatorio, junto a las caras de Emerson, thoreau, melville y Whitman, esculpe el rostro de Volney Palmer, quien “abrió la primera agencia de publicidad estadounidense en filadelfia en 1841”. Cierto es que la publicidad ha tenido siempre una importancia trascendental para los artistas que buscan el reconocimiento, y aún más para los hipsters, ya que sus creaciones están inseparablemente unidas al envoltorio de sus propias personas 8es extraño pero Leland apenas presta atención a los autoanuncios de Whitman o Norman Mailer). La publicidad también fue un comoponente principal del modernidmo: en el siglo XX, toda clase de artistas, incluso los comunistas, disfrutaban inetntando aprovechar y replicar el impacto icónico de los anuncios. También es cierto que la publicidad ha bebido constantemente del arte de vanguardia (la publicidad necesita lo hip mucho más que lo hip a la publicidad), y que vender las ventajas del producto dejando que este se ocupe de sí mismo es una receta para comercializar el hipness (un precepto que se remonta, al menos, a las creaciones de Edward ernays, el sobrino de Freud, para la industria del tabaco en los años 20). Pero Leland se ha dejado convencer por múltiples “creativos” que probablemente creen de verdad que lo que hacen es arte abstracto. Entiéndelo, no venden conches, ¡venden los discos e los hipsters cuyos temas se usan en los anuncios! ¡Están socavando el sistema desde dentro! Y el cheque está en el correo y no me correré en tu boca. La cuestión es que, si eres cómplice de empresas cuya proncipal razón de existir es enriquecer más a gente que ya es mucho más rica que tú, eres su sirviente. Sostenme el abrigo mientras tanto.

2001,2004

domingo, 20 de octubre de 2013

lista de listas




1- Lista de cosas que no entiendo.

2- Lista de personas que quise y quiero pero de las que ya no sé nada.

3- Lista de todos los medicamentos que he tomado desde que nací, hasta hoy.

4- Lista de amores imposibles, con argumentos convincentes.

5- Lista de pensamientos perrunos.

6- Lista de la compra, como si fuese algo romántico.

7- Lista de situaciones en las que me aburro.

8- Lista de drogas que he probado.

9- Lista de letras, por orden de preferencia.

10- Lista de marcas con las que no me importaría colaborar.

11- Lista de decepciones que valieron la pena.

12- Lista de emails que nunca contestaré.

13- Lista de gritos que escucho desde la ventana durante un día entero.

14- Lista de películas que me ponen.

15- Lista de timos que acepté como normales.

16- Lista de mujeres a las que me gustaría parecerme, explicando el motivo.

17- Lista de llamadas perdidas.

18- Lista de calcetines desaparejados que hay en el cajón.

19- Lista de insectos que he tocado con un dedo.

20- Lista de cosas que he perdido pero no lo sé.

21- Lista de besos que recuerdo bien.

22- Lista de botones.

23- Lista de pensamientos metarrealistas.

24- Lista de preguntas sin respuesta.

25- Lista de miradas en una fiesta de cumpleaños.

26- Lista de diseños honestos.

27- Lista de las mejores frases de mi madre.

28- Lista de ceros y unos.

29- Lista de lágrimas derramadas que he lamido con la lengua.

30- Lista de sueños que se me han olvidado y me invento.

31- Lista de la risa que más me gusta del cine. En loop:

...

lunes, 14 de octubre de 2013

Lòrigine du monde (Gustave Courbet)


Yo dije:
- Contén la respiración
Y tú respondiste:
- ¿Por qué?
- Porque nos vamos a adentrar en el comienzo del tiempo.
Y así lo hicimos.