jueves, 14 de junio de 2012

Los amigos del barrio le llamaban R.A.B.O.


Los amigos del barrio le llamaban R.A.B.O. La razón era obvia: Andrés tenía una gran polla, y lo que es mejor, o peor, según se mire, tenía una gran polla siempre dispuesta. Un hombre taladro, el perfecto penetrador.
La usaba sin parar, era como tener una pistola y no poder dejar de disparar. Andrés tenía un rabo y lo hacía meter y sacar de un coño u otro sin descanso. La complicación no era con cual, todas las chicas, en el fondo, aunque disimulasen, lo que querían era ser empaladas por una gran polla, y aquí estaba Andrés: El hombre polla. Todas lo sabían, era cuestión de tiempo, un día u otro, a sabiendas del resto o en secreto, utilizarían y se servirían del paquete de Andrés. Solo por saber, solo por quitarse el problema. Luego ya daría igual. Luego podrían decir satisfechas: No importa el tamaño, importa quien...
Podía haber sido incluso grosero: Hola soy Andrés, tengo una polla bien gorda de 29 cms de largo y te voy a follar. Ellas hubiesen dicho lo mismo: Sí. Por eso no era complicado ser minimamente educado: Hola soy Andrés, pero los amigos me llaman R.A.B.O.
Todas querían probar, adolescentes casi virgenes, casadas, divorciadas, solteras, lesbianas, casi-monjas y madres de los colegas, las hermanas de y las hijas de. Todas ellas, una tras otra y a veces revueltas.
Andrés, el H.O.M.B.R.E., el señor R.A.B.O., ya sabes... El Hombre Elefante, el pene descomunal. Todo un portento. Aquí abajo no hay cariño, ni amor, ni sentimientos. Solo tenemos una máquina de follar, un arma de destrucción masiva, la piedad de la piedra. Y por ahora es suficiente.

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