viernes, 9 de diciembre de 2011

El mosquito

 


Y luego me dice que soy demasiado impulsivo cuando hablo, que es mejor callarse, parar un segundo y pensar primero lo que vas a decir. Y yo con 41 y ella con 34, y pienso que debería ser yo el señor maduro que explica estas cosas y no al revés. Que debería saber que a veces dices cosas que mejor se quedarían haciendo un nudo en la garganta, y que se trata de sobrevivir y no de andar siempre sobre la cuerda del equilibrista.  Pero no puedo olvidar que hay gente que nos dicen que valemos menos que la bala que nos mata, y eso me hace ser poco político, poco correcto... Porque nosotros somos los muertos, los Nadie:

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir
de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los
nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie
derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

De Eduardo Galeano

Que nos dicen que a veces las mujeres necesitan un golpe fuerte. Que nos dicen que el trabajo nos da una seguridad. Que el banco paga, que la vida son dos días y si te descuidas, dos días nublados. Toda una filosofía de mierda en esta España, que para muchos es la palabra con la que se les llena la boca como si les llenasen hasta la garganta  con un gran polla: ESPAÑA y CIERRA. Y que VIVA ESPAÑA y que si con FRANCO... y así, hasta el orgasmo.

Y mientras tanto... Allí estábamos, en aquella isla, ella y yo mirando cómo la lluvia había convertido un posible domingo de playa en un soso día de espera. Días que parecen que no existen en la vida. Que pasan, como el mosquito.

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