(NO HAY DIBUJO, ME LO GUARDO EN EL CAJÓN)
Ay María...
Me duelen tus ojos, sembrando rastrojos de canela en la nieve. Como dos carabelas, tan pintas, tan niñas, tan leves, tan tuyas, tan mías.
Ay María...
Te mereces un novio poeta, una mano hábil para el dibujo y te mereces un paisaje infinito donde mirar, como tu y yo sabemos que hay que mirar.
Ya sabes que yo... Ni sé ni sabo. Y ya sabes que por no saber, ni Dios sabe porque te hizo igual que a mí. Para que enfadarse con Dios. No queremos un Dios, ni un Señor, no queremos un zapatero remendón, ni un beso de Judas, ni un tropezón. Yo, un señor sin condición, pero de verdad... Y tu... Una chica guapa, guapa... Pero de Verdad.
Ay María...
Un día podré dejar de adorarte sin duelo, entre nunca y quién sabe. Y cuando quemes tus naves, no me pierdas las llaves del cielo. Allí, al otro lado de tu espejo, allí estoy, todos los días, como tu te ves, allí estoy. Que cinco años pasaron y pasaran y fue tan distinto nuestro amor, que al final ni sabes que soy yo lo mismo que tu, ni que lo que descubres es lo que a mi ya me pasó. Pero de verdad, siempre, sin olvidar que la vida es así, una gran historia donde tal vez, y sin ninguna garantía, algún día hablaremos de esto, o tal vez no.
Ay María...
Muchas Felicidades mi niña.
Como siempre
mucho mejor con música:
Brooks & Dunn
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