sábado, 3 de septiembre de 2011

Picnic al sol del mediodía



Es posible. 
Solo posible que mientras lees cómodamente en la silla de tu salón seas golpeado por un meteorito o por un avión de un solo motor. Es posible que un peatón muera aplastado al caerse la marquesina de un cine del centro de la ciudad. Las sombrillas de la playa que vuelan y se clavan sobre los bañistas, poco probable, pero aún así, sabemos que es posible, como la descarga de un relámpago de verano, como  la combustión espontanea, como que te toque la lotería, improbable, pero aún así millones de personas compran su apuesta todos los días, en todo el mundo. 


Tenemos miedo. 
Aunque nadie nos lo pregunte. Miedo a volar, a la oscuridad, a que nos roben o a amar y a entregar el sexo. Miedo a que cualquier cosa poco probable, aún así, sea posible. Tenemos miedo a vivir en un planeta no planificado, miedo a los espacios abiertos. Miedo al bosque, a los animales, a lo intangible. Miedo a un mundo diferente, miedo a ser diferente.

Pero ser diferente depende solamente de cuantos estén de tu lado.


Tomamos decisiones.
Y sabemos que nuestro mensaje puede ser entregado desde el interior. Desde el corazón, no el de San Valentín, el otro corazón. Entonces decidimos dejar de fumar después de comer, acostarnos mas temprano y comer mas verde y menos rojo. Apagamos las luces para no gastar tanto.


Desconectamos y nos protegemos.
Hacemos gestos de felicidad mientras preparamos el Picnic al sol del mediodía.

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