viernes, 11 de marzo de 2011

Querelle




Ciudades bajo la noche roja: Madrid, con su millón de muertos y el resto de sus habitantes. Su tránsito por la noche de entre-semana, de vuelta, de cercanías, de podredumbre de 45 años, contrato a renovar, sin especialización cualificada. Largas horas de desplazamientos diarios, escuchando los gemidos del Huracán, ladrar de perros, trenes que salen del túnel y silencios de Luna en la espera de los andenes. Largas horas entre el trabajo y la cama, o el sofá, o la televisión de franja nocturna.
Largas horas para cuestionar la existencia de Dios. Mucho tiempo para observar de manera científica "el alma", cuando se pudre lentamente. 
En Francés: Podrirse antes de madurar. Podrirse antes de morir. "pourri avant d'etre mourir"
En el cercanías, dirección Fuenlabrada, se pregunta: "¿Por qué mi alma se pudre lentamente?"
Aquí estamos, alguien usará nuestra podredumbre como fertilizante para su jardín. Temor por si se secan los rosales cuando se haga de día, con la extrañeza, y lo triste, y letal que es esta noche. El viento sacude árboles que ya no dan fruto. Da rabia. Rayos que interrumpen cualquier lenguaje, toda conversación, y toda continuidad en una línea de pensamiento.
El idioma es la tormenta. Un acantilado se nombra al saltarlo. La razón sobra. El alma se refleja en la tormenta, pasea sobre la hierba, sobre la lluvia. Navega mas allá del dolor.
El alma busca la carne, sabiamente, para no hablar de nada y flotar a veces sobre el olor de un millón de cadáveres en una ciudad, Madrid, en un trayecto de cercanías por la noche, como en muchas otras ciudades, bajo la noche roja.

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