martes, 22 de marzo de 2011

El poema perfecto


Al terminar de escribir el poema me sentí satisfecho. Me dije que era un buen poema. Pensé que estaba bien hecho. Es lo que quería expresar. Por fin las putas musas vinieron a mí. Leí el poema dos veces y lo encontré bueno. Y lo leí por tercera vez. Me di cuenta que había que quitarle una coma. Se la quité. Ahora sí el poema era perfecto. Lo leí en voz alta. Todo tenía que ver con todo. Esa coma que había quitado, era absolutamente necesaria quitarla. Estaba finalmente terminado el poema. Aunque nadie lo hubiese notado. La coma que le quité era fundamental. Entonces me decidí; era la versión definitiva. Era un buen poema el que había escrito. Repaso la lectura del poema y me di cuenta que la coma que había eliminado, no tendría que haberla eliminado. La repongo. Ahora sí, con la coma repuesta, es otro el poema. Tiene mayor fuerza. Es verdaderamente un poema de marca mayor. Perfecto. ¡Fiat Lux! Se hizo el poema. Era la versión definitiva. Luego reviso, e inmediatamente sale a la luz que la coma que repuse no tenía que...
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Hugo Vera Miranda

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