I. SALÓN ORIZABA
Cuando me alcanza la realidad busco un cd de Schumann, sin embargo, cuando suena el opus 8 allegro me alcanzan los recuerdos de esta mi ciudad de México que tanto aborrezco. Me gustaba ir al Orizaba, la famosa apestosa que en algún momento de mi vida se volvió como una extensión del hogar; todos los días entrando con desparpajo y saludando efusivamente. Al salir, me iba por supuesto ebrio y con toda esa carga emocional extraña de las putas, el Rambo y los tristes bebedores; muchas veces no llegaba a casa, me adentraba en circunvalación y terminaba bebiendo en lugares improvisados como hoteles o departamentos viejos.
Una vez llevé a Grissel al Orizaba y fue horrible para ella, debo comentar que el budismos zen la atrapó, además de la extraña y peculiar sensibilidad que tenía a eventos no explicables. Por ejemplo, alguna vez la vi entrar en trance, hablar un lenguaje extraño para terminar desmayándose. Eso puede parecer cualquier cosa, lo que si me sorprendió, fue cuando a mi padre le dio la embolia, muy temprano un lunes yo ya estaba en el instituto de neurología, y Grisel llamándome, contándome que había soñado que mi padre estaba amarrado, que no podía moverse… en ese momento, además del dolor que me causaba ver a mi padre así, me di cuenta que Grissel era una santa, como lo dije en un poema, “es tan santa como John Coltrane” , así que ella no pertenecía a mi mundo tan terrenal, Me perdonó todo, incluso, haberla llevado al salón Orizaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario