"No puedo hacerlo. La idea ya no tiene ningún sentido. Lo que quiero decir es... Que sé que voy a morir, pero yo casi no lo creo. No sé si esto que digo tiene algún sentido."
Sin embargo, aunque sé que es absurdo, este ha sido mi principal punto de preocupación durante todo este año. Todo empezó después de la muerte de Rober, un amigo de la facultad que no veía desde hacía tes o cuatro años. Un día me llaman y me dicen que se había muerto. Incluso fui al entierro. Fue mucha gente que no conocía y otros seis que conocía, compañeros de estudios. En estos sitios todos somos buenos. Todos menos el muerto, él se murió después de empotrar el coche contra un muro con mucho alcohol, mucha cocaína y mucho acelerador como causa de la defunción. Del informe médico ni hablar. Los que vamos a los entierros somos gente de bien, por lo menos ante la familia del muerto. El problema con las personas que no tenemos vicios es que podemos tener virtudes bastante molestas. Una de ellas es la de estar disponible para cuando alguien mas o menos conocido muere. Los funerales están llenos de virtuosos que no conocen a la familia del fallecido nunca antes de su sepultura. Yo no tengo problema con todo ésto:
EL SEPULTURERO ES AMIGO MÍO
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