
He tocado de verdad cada golpe, cada expresión serena o agitada, cada una de la espiraciones y jadeos. Cada caída, cada fuga. Algunas veces ni siquiera estabas allí, habías dejado de estar, habías dejado la piel, abandonado tu sexo blando, tu corazón agitado, tus mejillas rojas, labios hinchados, tus pulmones, tus pezones y tu espalda, llorando con el sudor de lo que cuesta inventarlos otra vez.
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