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-Tú te sentabas con él en el café y a veces él se ponía hacer retratos tuyos en las servilletas. Era muy menudo y recio, muy raro. Casi todo el tiempo usaba sombrero hongo, y pintaba maravillosamente. Se conducía siempre como si supiera un gran secreto, algo de lo cual acababa de enterarse y que lo distraía. A veces eso lo hacía muy feliz y otras veces lo ponía triste, pero siempre se podía ver que lo sabía y eso lo distraía mucho.
-Tú te sentabas con él en el café y a veces él se ponía hacer retratos tuyos en las servilletas. Era muy menudo y recio, muy raro. Casi todo el tiempo usaba sombrero hongo, y pintaba maravillosamente. Se conducía siempre como si supiera un gran secreto, algo de lo cual acababa de enterarse y que lo distraía. A veces eso lo hacía muy feliz y otras veces lo ponía triste, pero siempre se podía ver que lo sabía y eso lo distraía mucho.
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-¿Y que se hizo del señor Pascin? -preguntó Tom.
-Se ahorcó -respondió Thomas Hudson.
-¿Y que se hizo del señor Pascin? -preguntó Tom.
-Se ahorcó -respondió Thomas Hudson.
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Hacía muecas y llevaba el sombrero hacia atrás, encasquetado en la nuca. Se parecía más a un personaje de revista de Broadway a fines de siglo, que a un pintor excelente como era, y luego, cuando se hubo ahorcado, me gustaba recordarle tal como estaba aquella noche en el Dôme.
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"Pascin era un pintor muy bueno y estaba borracho, de una borrachera sostenida y deliberada y llena de sentido."
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Extraido de "París era una fiesta" de Ernest Hemingway
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Julius Mordecai Pincas, alias Pascin
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