No sabemos en qué consiste el alma: ignoramos si es materia física, reacción química, energía potencial, impulso electromagnético. Pero los filósofos llevan siglos discutiendo dónde está situada. No sabemos si nace o muere. Pero los teólogos llevan desde la noche de los tiempos intentando demostrar que puede sobrevivir sin el cuerpo. Por no saber, ni siquiera sabemos si existe. Pero los científicos empiezan a medir algunos de sus parámetros. Y, ayer mismo, dos equipos científicos que buscaban las raíces de la empatía humana han identificado una red de regiones cerebrales en las que podría radicar la capacidad de que una persona se distinga a sí misma de otras. Es el primer paso.
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