El coche es viejo y de alquiler. La casa también es vieja y de alquiler. La única música que escucho es una colección de boleros en un CD que encontré en un cajón de la casa de alquiler donde estamos. Conduzco en medio de un mar de plástico que ocupa todo el horizonte escuchando a Nat King Cole, Beny Moré, Antonio Machín y Lucho Gatica.
El cielo es blanco por el calor y el polvo. El sol es blanco y el horizonte también es blanco. La calima es lo que tiñe el aire y no deja ver el sol. A ambos lados de la carretera solo se ven paredes de plástico llenas de polvo, y al llegar a una zona más alta solo se ve blanco hasta el infinito. Parece que está todo nevado, como un espejismo que rechazas por el calor y la manga corta.
Hay que salir del mar de plástico para llegar al mar de verdad, pero el viaje merece la pena.
Es un lugar extraño éste en el que todo lo que toca el hombre lo convierte en feo y horrible y justo después cuando la mano del hombre desparece, el paisaje se vuelve increíble y tremendamente bello.
Almería es el desierto y es el mar y es lo más horrible y feo, y un poco después es increíblemente bello y suficiente y sencillo y no te hace falta nada más.
Llevo un mes aquí y me sobra casi todo. Me sobra la ropa y el tiempo y el dinero y el teléfono y me sobra casi todo lo demás. Todo es mucho más sencillo y nada se complica.
Esto es el desierto y no hay nada que interrumpa el paisaje porque no hay nada que oculte la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario