No le puedes dar poemas a cualquiera.
No se pueden poseer como las corbatas.
Desde el momento en que están escritos
no pertenecen ni a ti ni a mí
sino a todos.
Por muy emotiva que sea tu dedicación,
por muy privadas que sean las memorias que reveles,
los poemas no pueden apartarse
de la mirada de los otros.
Ya que no son posesión del poeta
pueden pertenecer a cualquiera —igual que el mundo
que le pertenece a todos y a nadie.
Los poemas son una brisa tejiendo una vía
entre las personas.
Encienden como un relámpago
el rostro de la verdad.
Aunque el poeta intente esconder el nombre de su amante
en un acróstico, su aspiración
trasciende
el sentido local del poema
—no puede apresar sus poemas en un libro.
Darle poemas a la gente
es como darle aire.
Y si se tratase de aire
desearía que fuese el aire silencioso
que se derrama de los labios de los amantes.
Porque, al acumular palabras tras palabras
como aquí,
anhelamos la comunión de las almas
en la cual las palabras aún no son palabras
y ya no son más palabras.
Shuntarō Tanikawa
[versión de la traducción de William I. Elliot y Kazuo Kawamura, en Shuntarō Tanikawa: New Selected Poems, Carcanet Press, 2015]