Mientras que la belleza encuentra más de una concepción en el tiempo y las sociedades, lo feo apela a lo que se define como oposición de lo bello, por lo que no es de extrañar que hasta el momento no se le hayan dedicado estudios extensos, sino que se refieren al mismo con alusiones prácticamente marginales, sin considerar que éste también es un parámetro necesario para crear un concepto de belleza.
Lo anterior no deja de lado que la fealdad tenga ciertas similitudes con la historia de la belleza. Es posible asimilar que los gustos generales de la persona se asimilan a los artistas que gozaban de aceptación y privilegios durante todas las épocas. Para permear una historia sobre ambas estéticas es necesario apelas a las vicisitudes de ambos valores dentro de la civilización Occidental. Para entender qué significan estos, es necesario reconocer que su sentido también ha cambiado con el paso de la historia.
Para un claro ejemplo, apelemos a Voltaire y a su Diccionario Filosófico: “preguntad a un sapo qué es la belleza, el ideal de lo bello. Os responderá que la belleza la encarna la hembra de su especie con sus hermosos ojos redondos que resaltan de su pequeña cabeza, boca ancha, aplastada, vientre amarillo y dorso oscuro… preguntádselo al diablo: os dirá que dirá que la belleza consiste en un par de cuernos, cuatro garras y una cola”. Era común aseverar que una belleza europea no encontraba la misma fascinación en un lugar como China o tal vez Latinoamérica, antes de que se diera un proceso de globalización tan expandido que permitiera crear cánones internacionales.
Es impresionante la galería de pesadillas, terrores y tragedias que vislumbran desde hace casi tres mil años, que si bien tuvieron alejada esta línea del arte durante mucho tiempo, fue el Laocoonte de Lessing, una escultura que data del siglo I a.C. que hizo de manera formal la primera redención de la estética de lo feo; pese a tener proporciones agradables a la vista, refiere al relato de Virgilio en La Eneida donde se describe una laceración de jóvenes que intentan evadir el abrazo mortífero y cruel de una serpiente, que si bien le resta mucho atractivo una vez que se encuentran dentro de la imaginación, este ejemplo basta para que algunos autores comiencen a analizar la fenomenología de lo feo en distintas expresiones artísticas topándose con lo complicado que se vuelve representar aquello que provoca repulsión.
Fue Kant quien en su Crítica del juicio plantea una definición de lo sublime con impresión que supera en más de una forma a nuestros sentidos y nos conmueve como si fuera una especie de poder infinito en el que naturaleza de lo sensible, en el que la humanidad se arrincona para humillarse, provocando una sensación de malestar. Con el arte se sojuzga lo horrible, se lo somete al criterio de malhechor estético que celebra un desorden de lo irregular y lo deforme porque lo que sin importar cuanto se busca la pureza de la línea, ésta no se encuentra libre de desechos impuros que buscan absorber la estética de la belleza.
La follia di Kate. Fuente: Tumblr
La condenación de lo feo
De acuerdo con Schiller, es común que la humanidad y nuestra propia naturaleza encuentre atracción en lo triste y lo terrible, porque incluso lo horrendo nos atrae con una extraña fascinación, esto de una manera u otra se puede considerar una cuna para la novela gótica en la que los castillos tétricos y abandonados, lugares en ruinas y pasajes subterráneos repletos de secretos que envuelven asesinatos, demonios, fantasmas y alucinaciones de la perversidad humana.
Si bien es cierto que la fealdad no puede ser manifiesta sin destruir paradigmas de la estética de lo bello, esto se logra superar gracias al Romanticismo y autores como Charles Beaudelarie en Las Flores Del Maldonde se alude a la lujuria, pecados, impurezas, defectos de la naturaleza y la humanidad para crear una de las más grandes obras de poemas de dicha corriente.
Complicadas vanguardias
Está claro de además de ser un concepto la fealdad también es un fenómeno social, de acuerdo con Umberto Eco, los miembros de las clases altas siempre consideraron de mal gusto los de las clases bajas; sin duda en esta discriminación han intervenido los factores económicos pero en muchas otras ocasiones, esa aversión ha sido de carácter cultural. Para el siglo XX, la evolución sobre las ideas en torno a la estética de lo feo evolucionaron de tal manera que directores como George Romero admitió que sus filmes utilizan algo tan controversial como la sangre (sinónimo absoluto de vida) con una “horrenda magnificencia” a fin de que la audiencia entienda que sus películas son crónicas sociopolíticas más que un horror ocasional, por lo que se abre una nueva cuestión: ¿lo feo es un medio de denuncia? Este cineasta reconoce que el horror puede llegar a ser un disparador de ventas dentro de la industria del cine, como el caso de Psycho de Alfred Hitchcock, por lo que ya no es posible hablar de la degeneración que en ocasiones se difunden en los medios de comunicación en masa, así como la celebración que le perpetúa algunas ramas del arte contemporáneo.
Nuevos cánones de la proporción se difunden y crean preguntas que dan cabida a la fealdad conforme a los preceptos de la sociedad. En inicios de sigo XXI comenzamos a alejar de la industria de la moda a mujeres casi esqueléticas para sustituirlas por siluetas sanas y delgadas que se promueven por medio de redes sociales como Instagram, referida como la red de la imagen por la que se comienzan a regir algunos preceptos estéticos, entre los que las ideas de la belleza y la fealdad rinden cuentas a una sociedad que busca una mejor comunión.
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