Mi infancia es una calle y otra calle y otra calle. Calles que te definen, calles que te confinan. Calles de las que no has terminado de salir. Todo cambia, pero lo hace tan despacio, que no te das cuenta.
Nací en un barrio, crecí en un barrio, vivo en un barrio y todo apunta a que moriré en un barrio. Soy de barrio. Sin querer, pero es así.
El arte es lo que me salvó. Me hizo volar, me permitió escapar a una realidad más amplia. Los artistas, los músicos, los escritores, los directores de cine, todos ellos me permitieron alejarme de la prisión de la vanidad nacional, del provincianismo forzoso, del borreguismo fachoso, de la falta de educación, del pensamiento unilateral, de los destinos imperfectos y de la mala suerte.
Ahora quiero por igual morir y vivir en Madrid.
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