domingo, 6 de enero de 2019

Autografía (una historia de barrio)



Tuve una buena educación, y me sentí protegido.
Siempre pensé que mis padres velaban por mí y, según me hice más mayor: Yo empece a protegerles a ellos.
Así pasaron los años.
Años donde todos nos queríamos. Mis padres eran un Bien Sagrado y yo pensaba que lo era para ellos.
Pero todo era mentira. Si hubiesen tenido que elegir entre mí y mi hermano, me hubiesen sacrificado a mí. Sin dudarlo.
Lo que importa es el primogénito.

Mi hermano mayor: Un depredador que no tiene suficiente nunca y que cuando se acaba la carne, exige a sus progenitores el sacrificio del resto de la manada.

La diferencia entre la ambición y la codicia es fácil de explicar: La ambición siempre quiere más, la codicia lo quiere todo. La codicia quiere lo propio y lo ajeno, lo quiere todo y quiere lo tuyo. Quiere despojarte de todo. En el mundo anglosajón no entienden esto, no pueden traducirlo. Saben bien lo que es la ambición, pero no conocen la codicia. No hay palabra para esto. La codicia es latina, profundamente española.

Aquí, en España. Aquí sabemos muy bien de lo que trata la codicia.

Fue muy tarde cuando me di cuenta que la única razón de mi existencia fue la de hacer compañía al hijo de mis padres.
Para eso fui concebido, para jugar con su hijo, para tener un donante en caso de existir una complicación médica, o para trabajar y ocuparme de él, en el caso de que mis padres desapareciesen.
Soy el hijo útil.
Por eso yo estudié y él No. Por eso yo trabajé y él No. Por eso yo tuve que salir adelante y ocuparme un poco de todos, y él No. Por eso él lo tiene todo, lo quiere todo y lo devora todo. Por eso yo no tengo nada, por eso yo me tengo a mí.

En realidad somos tres hermanos.
Mi hermano menor es el que ocupa la peor posición, porque creo que mis padres nunca supieron que hacer con él. Estaba el primogénito, luego Yo, el hijo útil, y después el pequeño, que estaba pero no se sabía muy bien para qué.

A él, es a quien realmente le han jodido la vida. Porque yo crecí aprendiendo a luchar y a derrotar al hijoputa de mi hermano mayor, pero el pequeño, pobre, no sabe porqué. No sabe para qué.
Nos concibieron en los setenta en un barrio de mierda de Madrid  y entonces teníamos que ser al menos tres hijos. Yo creo que es la única razón por la que somos tres.

Después del tercero se acabó, mis padres dejaron de tener hijos. Llegaron los preservativos y prosperaron económicamente. Nos dijeron que eramos una familia bien, con bienestar, con educación, con dinero. Una puta familia que salía adelante en los años ochenta.

Pasaron cuarenta años.

Ahora estamos en 2019. Gracias Papá, gracias Mamá. Os quiero. Vuestro hijo mayor os arruinó. Siento lo que os está haciendo vuestro hijo mayor, pero no voy a dejar que me sacrifiquéis. No voy a dejar que me devore la manada.

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