jueves, 15 de febrero de 2007

Nietzsche

Sobre la psicología del artista

Para que haya arte, para que exista una acción y una contemplación estéticas cualesquiera, se requiere una condición fisiológica previa: la embriaguez. La embriaguez tiene que haber aumentado primero la excitabilidad de toda la máquina; sin esto no es posible el arte. Todas las clases de embriaguez, por muy diferente que sea lo que las determine, tienen el poder de conseguir esto; sobre todo la embriaguez de la excitación sexual, que es la forma más antigua y primitiva de embriaguez. También hay que incluir la embriaguez que hay detrás de todo gran deseo,de toda pasión intensa; la embriaguez de la fiesta, de la competición, del acto de valentía, de la victoria, de todo movimiento extremado; la embriaguez de la crueldad; la embriaguez de la destrucción; la embriaguez primaveral, por ejemplo, o la debida alefecto de los narcóticos; por último, la embriaguez de la voluntad, la embriaguez de una voluntad plena y saturada.Lo esencial de la embriaguez es sentirnos en posesión de todas nuestras fuerzasy en un momento de intensificación de éstas. Este sentimiento lo proyectamos sobre las cosas, obligándolas a que reciban algo de nosotros, violentándolas; a este proceso se le denomina idealizar. Liberémonos de un prejuicio respecto a esto: en contra de lo que se suele creer, idealizar no consiste en quitar o dejar de lado lo pequeño y accesorio; lo decisivo es, más bien, extraer de una manera formidable los rasgos fundamentales, de forma que el resto queden eclipsados ante ellos.
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Friedrich Wilhelm Nietzsche

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